El cine biográfico es un género bastante frecuente en las salas, que cuenta incluso con entrada propia en la wikipedia, catalogado por décadas, con los datos de los personajes y de los actores que los han representado, además de otras referencias. Así, a bote pronto, me vienen a la mente algunas, unas más actuales, otras más lejanas en el tiempo, como pueden serla bio de Queen, la de Elton John, la de Winston Churchill, la de Cassius Clay, de Hitler, de Malcolm X, de Van Gogh, de Robert E. Howard, Ghandi… Hay actores muy demandados para este tipo de películas, a veces por la similitud física, otras por su trayectoria, aunque cueste más caracterizarlos. Evidentemente, además de ese trabajo de caracterización los actores tienen un trabajo extra al propio de su profesión, al tener que adecuar su método de trabajo al del personaje que desarrollan. Incluso me atrevo a decir que todavía se complica más cuando ese personaje tiene, a su vez, que actuar. Sí, puedes interpretar perfectamente a un personaje, como por ejemplo Churchill; pero, si además, ese personaje desarrolla una actividad en los escenarios, hay un doble trabajo para el actor (a menos que el personaje actúe igual en su vida que en las tablas), como puede ser la de Robert Downey Jr. en Chaplin… y aquí llegamos al núcleo de este artículo, las interpretaciones de Steve Coogan y John C. Reilly como Stan Laurel y Oliver Hardy respectivamente, en la película dirigida por Jon S. Baird, «Stan & Ollie», basada en la vida de ambos comediantes, según un guión de Jeff Pope.

Me parece muy adecuada la manera en que se ha decidido contar la fase final, el canto del cisne del dúo cómico. Comienza con un corto pasaje en la que los vemos preparándose para una grabación (Stan y Ollie en el Oeste), a finales de los años 30, mientras hablan de sus cosas, pero también de sus problemas contractuales. Ambos tenían contratos de diferente duración y remuneración, que Stan quiere renegociar, pero que Ollie no lo ve tan claro. Todo acaba con Ollie trabajando con otro compañero, mientras que Stan lo espera para firmar un nuevo contrato con otra compañía. Ahí vemos que a pesar de su gran amistad, se genera un semilla de resentimiento en ambos que, tal vez, germinará con el tiempo.
Se da un salto a los años 50, en plena decadencia de la pareja, que realiza una pequeña gira por el Reino Unido mientras esperan el comienzo del rodaje de una nueva película que, confían, les devuelva a su antigua fama… película que nunca llegó, y cuya escena con el cartel de la película de Abbot y Costello visto pero Stan al recibir la noticia es muy elocuente (las nuevas generaciones que los van apartando poco a poco). La gira, a pesar de una serie de altibajos, acaba siendo un gran éxito, pero aquella semilla que comentamos germina, y crea un muro entre ellos. Cuando Ollie sufre un pequeño infarto, ambos se dan cuenta de lo que realmente hay entre ellos, una amistad que los convierte en casi hermanos, y ven que no cada uno de ellos no es nada sin el otro.
Vemos la relación entre ellos, quien tiraba del carro y quien seguía la estela; quien estaba a todas horas trabajando en nuevos chistes, retocando guiones, contactando con los productores… y quien, a pesar de también contribuir, era más laxo, prefería disfrutar más de la vida y no estar supeditado al trabajo constantemente. Esto también influirá en su vida familiar, en el apoyo de sus esposas, cada una a su manera, según el carácter de cada uno, y la relación entre ellas, y entre ellas y con los que rodea a sus maridos.

La película cuenta con varias escenas de sus actuaciones durante la gira (además de algunas bromas y «slapsticks» en su día a día, sobre todo Stan no paraba “de actuar” incluso en la vida cotidiana, muy bien “escoltado” por Oliver) ), así como de la grabación de algunas escenas de sus películas; todo ello interpretado por Coogan y Reilly… y por eso todo el primer párrafo, porque la labor que hacen ambos, más allá de la caracterización (más evidente en el caso de Reilly/Oliver Hardy) es tremenda, de matrícula de honor. Porque, por supuesto, no solamente representan a los dos cómicos en su día a día (en el que, como digo, también metían cantidad de bromas, así como chistes), sino que tienen que interpretarlos en sus actuaciones, grabaciones, etc. Y lo clavan, la escena de la película del principio, de la que salen unos fragmentos en los créditos es calcada; y los que hemos visto películas (cortas o largas) de ellos, vemos que a interpretación en los teatros es soberbia. Sobre esto, me comentan los que la han visto en versión original y en español que, mientras en el doblaje en español en las escenas teatrales el doblador ha cambiado la voz de Stan a la que reconocemos de sus películas, en VO no hay tal cambio. También hay, a modo de extras, escenas alargadas de las actuaciones que vemos durante la película.
Laurel y Hardy fueron de los poquísimos actores, especialmente cómicos, que no sufrieron casi en el cambio de cine mudo al sonoro; Chaplin, del que Stan fue suplente durante una temporada en una compañía teatral, en el comienzo de ambos, también superó ese salto, aunque se resistió más y prácticamente abandonó el personaje de Charlot en el cine sonoro (Tiempos Modernos solo cuenta con la «extraña» canción de Charlot en el restaurante como concesión al sonoro y la escena final supone, prácticamente, la despedida del personaje; sin embargo, aún lo retomaría en El Gran Dictador, película ya hablada, pero con la que Chaplin, ya definitivamente, abandonaría al vagabundo y, prácticamente de estilo).

Bueno, esto solo pretendía ser una pequeña reseña del trabajo de los dos actores que dan vida a «El gordo y el flaco», no entramos en otros temas, aunque sí quiero decir que toda la película vale la pena. «Flaco» favor le harían si a la tremenda interpretación se le añadieran una serie de «peros». No, aquí todo lo que envuelve a ambos actores está bien situado; el resto de reparto, la ambientación, la manera de desarrollar la historia… Una película que, por variados motivos, vale mucho la pena.
J. Javier Arnau