El país estaba aterrorizado. Con total impunidad, los llamados Grupos de Tareas, formados por militares, paramilitares o policiales, irrumpieron y destrozaron domicilios particulares. Luego detenían y secuestraban de forma ilegal, muchas veces fraguando enfrentamientos para justificar los asesinatos de las víctimas.
Los exiliados, desde el exterior, denunciaban las violaciones a los derechos humanos que se daban en el país, pero ninguna dictadura se sostiene sin la complicidad de sectores civiles.
Hubo dirigentes políticos que aceptaron cargos ministeriales, obispos que justificaron la represión y sacerdotes que absolvieron a torturadores o participaron en interrogatorios ilegales. También hubo empresarios beneficiados por la política neoliberal, que apoyaron a las Fuerzas Armadas.
Los medios de comunicación se convirtieron en piezas funcionales al régimen, en especial en el Mundial de Fútbol de 1978, en Argentina, que fue organizado para dar un lavado de imagen al país y mostrar una nación en paz y sin conflictos. “Los argentinos somos derechos y humanos” decían las propagandas.
La Junta Militar pretendió modificar a través de este evento deportivo la visión negativa que se tenía del país desde el exterior. Pero, sin embargo, aunque las cámaras de televisión mostraban alegría en las calles, no todos festejaban: a través del terrorismo de estado las fuerzas armadas implementaron un terror sistemático que funcionó de forma totalmente ilegal y en contra de la población.
Todos estaban comprometidos: desde los altos mandos hasta los rangos más bajos utilizaban de manera clandestina una red de centros de detención en todo el país donde miembros de las Tres Fuerzas torturaban, obligaban a dar a luz, a las mujeres secuestradas les robaban a sus hijos y los asesinaban. Desgraciadamente, estas son solo algunas de las muchas atrocidades que realizó el régimen en los años que duró la dictadura, ya que en el país funcionaron más de quinientos centros clandestinos de detención, tortura y exterminio. Con esto, el régimen buscaba quebrar a los detenidos para que dieran información sobre sus compañeros de militancia, además de violentar a los secuestrados. Esto también servía para que el terror llegara al resto de la sociedad para silenciar, romper lazos e impedir la formación de organizaciones o cualquier tipo de resistencia.
Mapa de los campos clandestinos. Fuente: La Social Información.
A finales de 1979, unos meses después de la visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos a la Argentina, Videla respondió en una rueda de prensa cuál era la situación de los detenidos sin proceso a lo que él respondió: “ Pregunta si han desaparecido, no encuentran ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido” https://youtu.be/3AlUCjKOjuc
Videla decía que no podía hacer nada, al mismo tiempo que asume la existencia de personas desaparecidas.
Sin embargo, ya en 1978, las madres de los desaparecidos intentaron oponerse a la dictadura. Ellas se conocieron en los pasillos de los juzgados cuando iban a buscar información y a preguntar por los detenidos ilegales. Se reunían en la Plaza de Mayo para hacerse escuchar, y como las manifestaciones en vías públicas estaban prohibidas, empezaron a caminar alrededor de la plaza, con un pañuelo blanco atado a la cabeza para reconocerse. Fueron las primeras en protestar a la vista de todos durante la dictadura, y hoy en día, las Madres de la Plaza de Mayo siguen siendo un símbolo de lucha y resistencia a nivel mundial.
Madres de la Plaza de Mayo. Fuente: lasexta.com
Videla renunció a la presidencia el 29 de marzo de 1981, relevado de su cargo por Roberto Viola, quien asumió el cargo, pero que sería sustituido a finales de año por Leopoldo Fortunato Galtieri, uno de los autores intelectuales de una guerra sin sentido.
En 1981 la crisis económica provocó una inflación que llegaba a cifras incontrolables. La vida cotidiana se hizo muy difícil, pero poco a poco la sociedad empezó a manifestarse.
Para frenar el descontento social, la dictadura levantó la bandera de una causa legítima: el 2 de abril de 1982 el general Leopoldo Galtieri decidió desembarcar en las Islas Malvinas. Estas islas estaban en poder de Gran Bretaña desde el siglo XIX. En condiciones desfavorables, con ropa inapropiada y alimento insuficiente, los soldados argentinos que habían recibido un mínimo entrenamiento se enfrentaron solo con su valor a la superpotencia de Margaret Tatcher, que decidió enviar tropas a las islas y que utilizó el enfrentamiento bélico para realzar su imagen, desgastada por los problemas económicos por los que atravesaba su país.
Cada información que se publicaba sobre el conflicto, antes debía pasar por la censura, es por esto que la sociedad argentina recibió una imagen ficticia del conflicto.
Si bien existieron matices, la mayoría de la población argentina se mostró a favor de la recuperación de las islas, pero esencialmente apoyaron a los más de 10.000 soldados de 18 años que las fuerzas armadas enviaron a las islas.
El 14 de junio Argentina firmó su rendición: la ineficiencia e improvisación de los comandantes causó 649 soldados muertos y otros 1.036 regresaron al continente con heridas.
Soldados Argentinos en las Malvinas. Fuente: archivohistoria.com
La derrota en la Guerra de las Malvinas aceleró la caida de la dictadura y permitió que salieran a la luz las violaciones a los derechos humanos que se dieron durante el terrorismo de estado.
El 1 de julio de 1982 Reynaldo Bignone asumió la presidencia, siendo así el encargado de llevar la transición entre la dictadura y la democracia, pero como ocurrió en la retirada de otros gobiernos de facto en latinoamérica, se firmó una ley de autoamnistía para evitar que se llevaran a cabo juicios contra represores, además de que ordenó la quema de documentos que verificaban las violaciones a los derechos humanos que se dieron desde 1976.
El 30 de octubre de 1983, el radical Raúl Alfonsín junto con Victor Martínez, ganaron en las urnas al justicialismo. Si bien asumió el cargo el 10 de diciembre, Alfonsín derogó la ley de autoamnistía que promulgó Bignone e impulsó el juicio a las tres juntas militares: había empezado un tiempo nuevo para la Argentina.
Los dictadores permanecieron por más de siete años en el poder y desde ese terrorismo de estado, asesinaron, robaron identidades, destruyeron organizaciones y rompieron lazos sociales con un solo fin: imponer por la fuerza un modelo económico liberal, que siempre perdía en las urnas.
Fuentes:
- Dictaduras Latinoamericanas- Argentina (https://youtu.be/vfJRbs-4q-w)
- Ver la historia: 1976-1983. Dictadura militar (capítulo 11) – Canal Encuentro HD (https://youtu.be/Dhvn6fjk1nM )
- Wikipedia
- GOLPE DE ESTADO EN ARGENTINA (1976/1983): CONSECUENCIAS SOCIALES, CULTURALES Y PSICOLÓGICAS (https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/derechoshumanos/article/view/5802)
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